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Si te suelto, te caes.
¡Mira que eres cabezona!
¿No ves que si no te doy la mano, te caes?
Si no te agarro te vas a caer.
Es que no puedes ir suelta ya, ya no.
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❌No, no se lo diga a mi hija, esto, se lo digo a mi teta. A mis tetas.
Porque quieren ir libres, sueltas, a su bola, pero se caen.
Con cada hije, con cada lactancia, con cada maternidad, deciden bajarse dos dedos.
Si las suelto, tras más de 15 años de lactancia, caen hasta el ombligo.
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✨Con 13 años llevaba una 95 de sujetador. Unas tetas enormes y turgentes para una niña delgada y atlética. Toda camiseta se convertía en un escote.
Tenía 22 años cuando tuve a mi primera hija. Y tras dos años de lactancia, puf, las ví pequeñas y caídas, flácidas.
¿Quién coño sois vosotras? llanto. Llamo a mi madre, «mamá estoy fatal, necesito un sujetador como los de antes». Horror. Fue un horror, un shock. Un reconocerme en una versión nueva.
La maternidad para mí fue una transformación, fácil, dulce, rebelde y libre. Pero la cuestión tetas, me trajo un puto quebradero de cabeza.
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✨Con 25 años tuve a mi hijo, tándem de lactancia, cuatro años después, la misma situación, pero peor. Aunque yo no era la misma. Adoré mis nuevas tetas. Eran ellas, mis tetas, pero habían mutado. Todo bien. Las quería.
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✨Ahora con 37, y tras dos años más de lactancia son un show.
En sujetador son enormes, bonitas, pomposas y salen por el escote.
Sueltas, bueno… Bailan su propio tango y las amo aún más.
Rebosantes de vida, esa leche que alimenta, da paz y sueño, borra las estrías, cura las heridas y calma los eccemas.
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El cuerpo cambia con las fases del ciclo, los embarazos, las lactancias, los años, la gravedad… Y aunque nos vendan una imagen de eterna juventud, turgencia, sin manchas, sin estrías, sin celulitis, sin arrugas y sin canas, aceptar el paso del tiempo es maravilloso. Porque coño, significa que ESTOY VIVA. Y MIS TETAS TAMBIÉN.