Te conviertes en mamá, y todo cambia. T O D O.
Tu cuerpo, la casa que alberga vida, que es cobijo, que es calma, que es alimento que brota, te para en seco en el aquí/ahora.
Sus nuevas formas, y manchas, y estrías, y bultos, y cicatrices, son dolorosas, poderosas e impactantes a partes iguales.
Cada mañana al despertar, piensas en tus hijes, y tu último pensamiento en la noche está en ellos/ellas, y en cómo hacerlo MEJOR, para elles.
Nunca más soplas las velas de cumpleaños pidiendo deseos para ti misma.
Ni pides gilipolleces a la estrella fugaz. Ahora importa su salud y su felicidad por encima de TODO.
Ya no te compras ropa, sin antes comprársela a elles. Y lo disfrutas mucho más
La Navidad vuelve a ser mágica, familiar, divertida y colorida.
Y los «nunca haré» los expulsas con una sacudida de hombro y un guiño.
A cada hijo/hija que sumas a tu vida, rompes miedos, atraviesas clichés y te vuelves más flexible, más relajada, más fuerte
Cerrando un 2020 que me ha hecho más fuerte, más valiente, menos conformista, menos sumisa.
Cada año transformando la mujer que soy